
Chivas Regal Crystalgold: ¿Innovación o un sinsentido de marketing?
Pernod Ricard, a través de su división de whisky Chivas Brothers, ha lanzado al mercado Chivas Regal Crystalgold, una extensión de su emblemático whisky escocés que se presenta como una bebida espirituosa transparente.1 La compañía justifica su creación afirmando que está dirigida a un nuevo segmento de consumidores, con el objetivo de competir con la cuota de mercado de destilados como el tequila en el ámbito de los combinados.

En esencia, el proceso de elaboración de este nuevo producto implica filtrar lo que la propia marca denomina un “espíritu envejecido en roble”, eliminando así el color dorado y las características de sabor adquiridas durante su maduración. Este enfoque refleja una tendencia que ha ganado popularidad en la industria de las bebidas, donde la claridad y la pureza visual se valoran por encima de la complejidad y la tradición.

Una afrenta a la tradición y el arte de la destilación
Para cualquier amante del whisky, la noticia de Chivas Regal Crystalgold es, como mínimo, desconcertante. El proceso de envejecimiento es el corazón y el alma del whisky escocés. A lo largo de años o décadas, el líquido descansa en barricas de roble, donde desarrolla su color, aroma, y un perfil de sabor complejo y distintivo. Cada matiz, cada nota de vainilla, caramelo o especias, es el resultado de un paciente diálogo entre el espíritu y la madera.

La creación de Chivas Regal Crystalgold no solo ignora este proceso, sino que lo anula. Es como si un escultor pasara años cincelando una obra maestra de mármol para luego pulverizarla y vender el polvo. La ironía es dolorosa: se invierte tiempo y recursos para envejecer un producto, solo para luego someterlo a un proceso que le quita la esencia de lo que lo convierte en whisky. Es una decisión que no honra el legado de la marca, sino que lo desfigura.
Imitando una moda con años de retraso
Chivas Brothers busca competir con los destilados mexicanos, como el tequila, en el segmento de bebidas claras.2 Sin embargo, esta estrategia parece una copia tardía de una tendencia ya establecida. Mientras que el tequila blanco y el mezcal joven son apreciados por su pureza y su sabor a agave sin la influencia de la madera, su claridad es el punto de partida, no el resultado de un proceso de eliminación.

En cambio, Chivas Regal Crystalgold es un híbrido extraño que renuncia a su propia identidad. La decisión de crear este producto muestra una falta de confianza en la riqueza del whisky escocés. En lugar de educar al consumidor y mostrar la versatilidad de su bebida insignia, la marca ha optado por un camino que despoja al producto de su carácter y lo convierte en una imitación pálida.

Un signo de desesperación
Chivas Regal Crystalgold no es una innovación, sino un síntoma de una industria que, en ocasiones, se deja llevar por el miedo a ser irrelevante. En su prisa por atraer a nuevos consumidores, una de las marcas más icónicas del mundo del whisky ha decidido traicionar su propia herencia. El resultado es un producto que nadie pidió y que borra años de maduración y perfección para ofrecer un espíritu que parece ser más un truco de marketing que un verdadero homenaje al arte de la destilación. La pregunta que queda en el aire es: si el tiempo y el roble no importan, ¿qué es lo que queda de la promesa de Chivas Regal?