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Un destilado nacional que se desvanece en el olvido

En la meditación de hoy, me sumerjo en la triste realidad de un destilado nacional que se desvanece en el olvido, eclipsado por la desidia de un consejo regulador que parece más interesado en contar los días que en salvar nuestra herencia líquida.

Reflexionemos juntos: esta semana se celebra la «BJ Cocktail Week», un evento cuyo nombre en inglés y abreviatura insípida ya es un indicio de la desconexión con nuestra tradición. Sorprendentemente, parece más un secreto de estado que una festividad pública. Los únicos al tanto son los profesionales de alto calibre y sus amigos.

De publicidad, ni hablar; la promoción brilla por su ausencia, sugiriendo que tal vez la invisibilidad es la nueva estrategia de marketing. Uno se pregunta cómo es posible justificar el gasto de subvenciones europeas en un evento tan pobremente organizado y comunicado. Se opta por realizar un evento de ‘alta categoría’ en un espacio tan reducido que ni siquiera permite una adecuada comunicación entre los asistentes, mucho menos una cata en condiciones o una aproximación real a la riqueza del brandy.

No obstante, es crucial aclarar que la falta de calidad del evento no refleja la profesionalidad de los bartenders invitados. Estos artistas de la coctelería, con su destreza y creatividad, hacen lo posible por hacer justicia a un destilado que ha pasado años en barrica, perfeccionando su carácter. Pero, quizá y abro el debate: ¿qué sentido tiene cuidar tanto un brandy para luego verlo ahogado en mezclas que como poco hacen perder en algunos casos su esencia?

Piénsese en Escocia, donde el whisky es tratado con reverencia, destacando su pureza y tradición, y pregúntese por qué no seguimos un enfoque similar con el brandy. Este último es un compendio de historia y sabor que merece ser apreciado en su forma más pura antes de convertirse en el acompañante de frutas y siropes.

Por todo esto, hoy inclino mi copa —aunque de manera invertida— hacia el Consejo Regulador, como signo de protesta ante su gestión y su incapacidad para promover adecuadamente uno de los tesoros más finos de nuestra cultura. Mientras tanto, los grandes conglomerados observan cómo las ventas nacionales se estancan, mientras que en el extranjero nuestro preciado brandy se vende a precios de risa, creando una imagen distorsionada de su verdadero valor.

Es una ironía amarga que, mientras otros países enaltecen y protegen sus destilados, nosotros dejamos que el nuestro se diluya en el olvido. La «BJ Cocktail Week» debería ser una vitrina de orgullo nacional, no un ejemplo de cómo no hacer las cosas.

Desde luego yo prefiero al igual que la inmensa mayoría de españoles «la semana de la coctelería con Brandy» no suena tan cool pero al menos el 80% de los españoles sabrá lo que significa.

Levanto mi copa, boca abajo, en un brindis sarcástico a la incompetencia celebrada y la oportunidad desperdiciada. ¡Salud, o más bien, qué falta hace!

#MarcaEspaña 

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