En el rincón derecho, vestido de tradiciones milenarias y acentos quechuas, tenemos a Perú; en el izquierdo, con notas de modernidad y un toque de desierto, está Chile. Ambos países suben al ring no solo para disputar un partido de fútbol, sino para reclamar la paternidad del pisco, esa bebida espirituosa que eleva los espíritus y las fiestas nacionales.

Perú insiste, con un aire de superioridad y orgullo histórico, que inventaron el pisco y que incluso tienen una ciudad que lleva su nombre, ¡como para no dejar dudas! Según ellos, todo comenzó en la era colonial, cuando empezaron a destilar uvas para crear este elixir mágico.

Por otro lado, Chile no se queda atrás y, con una sonrisa sarcástica, muestra documentos que datan de siglos atrás, probando que el pisco ya se destilaba en sus tierras mucho antes de que se decidieran las fronteras modernas. Además, argumentan que tienen derecho a la denominación de origen, gracias a sus únicas técnicas de destilación y la particular calidad de sus uvas.

Mientras tanto, los aficionados al cóctel en ambos lados de la frontera levantan sus copas de pisco sour, disfrutando la ironía de una pelea que, aunque se disfrace de seriedad, es más un brindis compartido entre culturas que una verdadera disputa amarga. Después de todo, ¿no es la vida demasiado corta para discutir quién hizo la primera copa, cuando podemos simplemente disfrutarla juntos?